domingo, 29 de diciembre de 2013

Ley de Murphy

Esta va a ser la última entrada del año y aunque no tiene mucho que ver con mi análisis de las redes sociales sí es un ejemplo práctico de un maromo al que conocí gracias a ellas, sí es el "cazador cazado" del que hablaré ya en 2014.
Esto fue lo que pasó: 

Teniendo en cuenta que soy un desastre sentimental pues no me parecen extraños ciertos comportamientos. Como gastarme 120 euros en dos conjuntos de ropa interior súper monos, por si acaso. 
Uno aún no lo he estrenado y han pasado varios meses desde que me lo compré. Son impulsos que me dan por si de pronto, cualquier día, en el momento menos pensado aparece el hombre de mi vida y termino con él en mi casa con uno de los conjuntos  de lencería fina última tendencia. 
Esto es porque me ha pasado algo en plan Ley de Murphy y supongo que desde entonces estoy siempre preparada y dispuesta a lo que llegue. 
Me explico: 

Lo último que yo podía imaginarme es que aquél día iba yo a terminar con un maromo en mi casa, y menos aún en el que me había fijado ¡¡a través de Twitter!! el mundo está muy loco y yo más.
El caso es que después de estrenar una semana de varios días de fiesta, mi amiga y yo nos arreglamos con todos sus complementos y accesorios, con nuestros vestidos nuevos y súper a la moda y todo mega preparado. ¿Todo? No. 
El resultado de varias semanas de compras para estar perfectas de día y de noche fue una montaña, literal, de bolsas y cajas de zapatos al lado de la puerta de mi casa. Cada vez que entraba y que salía pensaba: “luego las saco a la basura”. Y ahí se fueron amontonando en plan síndrome Diógenes. 
Así que no fue raro que al salir y cerrar la puerta escucháramos cómo se caían todas las cajas y las bolsas y se desparramaban por el suelo de mi diminuto salón. 
Y aquí es cuando aparece la puñetera Ley de Murphy, cuando a mi amiga se le ocurre decir “¿te imaginas que esta noche vienes con un maromo a la casa?”.
“¿te imaginas?” respondo, “bah, no creo”. Los cojones.

La escena fue la siguiente: Al abrir la puerta de mi casa aparece una inundación de bolsas y cajas. La menda bastante perjudicada después de unas 12 horas de copas y un subidón de amor hasta el momento desconocido. Él, me imagino que ojiplático porque no quise ni mirarle a la cara. 
¿Solución? dije: “no puedo aguantar más con este vestido, ¿me lo quitas?” y creo que en aproximadamente medio segundo mi modelito se sumó al desparrame de bolsas del salón. Y nosotros al cuarto, puerta cerrada y se acabó el problema. Bueno hasta la mañana siguiente, pero para entonces ya teníamos más confianza, digo yo.

Y mi amiga “hay que ver que tú siempre tienes la casa impecable y para una vez que la dejas echa un desastre vas y ligas”. 
Y yo pues como que no he vuelto a dejar la casa echa un desastre por si acaso. Consecuencia: no ha habido más visitas inesperadas de maromos a mi casa. Ley de Murphy. 


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