domingo, 29 de diciembre de 2013

Ley de Murphy

Esta va a ser la última entrada del año y aunque no tiene mucho que ver con mi análisis de las redes sociales sí es un ejemplo práctico de un maromo al que conocí gracias a ellas, sí es el "cazador cazado" del que hablaré ya en 2014.
Esto fue lo que pasó: 

Teniendo en cuenta que soy un desastre sentimental pues no me parecen extraños ciertos comportamientos. Como gastarme 120 euros en dos conjuntos de ropa interior súper monos, por si acaso. 
Uno aún no lo he estrenado y han pasado varios meses desde que me lo compré. Son impulsos que me dan por si de pronto, cualquier día, en el momento menos pensado aparece el hombre de mi vida y termino con él en mi casa con uno de los conjuntos  de lencería fina última tendencia. 
Esto es porque me ha pasado algo en plan Ley de Murphy y supongo que desde entonces estoy siempre preparada y dispuesta a lo que llegue. 
Me explico: 

Lo último que yo podía imaginarme es que aquél día iba yo a terminar con un maromo en mi casa, y menos aún en el que me había fijado ¡¡a través de Twitter!! el mundo está muy loco y yo más.
El caso es que después de estrenar una semana de varios días de fiesta, mi amiga y yo nos arreglamos con todos sus complementos y accesorios, con nuestros vestidos nuevos y súper a la moda y todo mega preparado. ¿Todo? No. 
El resultado de varias semanas de compras para estar perfectas de día y de noche fue una montaña, literal, de bolsas y cajas de zapatos al lado de la puerta de mi casa. Cada vez que entraba y que salía pensaba: “luego las saco a la basura”. Y ahí se fueron amontonando en plan síndrome Diógenes. 
Así que no fue raro que al salir y cerrar la puerta escucháramos cómo se caían todas las cajas y las bolsas y se desparramaban por el suelo de mi diminuto salón. 
Y aquí es cuando aparece la puñetera Ley de Murphy, cuando a mi amiga se le ocurre decir “¿te imaginas que esta noche vienes con un maromo a la casa?”.
“¿te imaginas?” respondo, “bah, no creo”. Los cojones.

La escena fue la siguiente: Al abrir la puerta de mi casa aparece una inundación de bolsas y cajas. La menda bastante perjudicada después de unas 12 horas de copas y un subidón de amor hasta el momento desconocido. Él, me imagino que ojiplático porque no quise ni mirarle a la cara. 
¿Solución? dije: “no puedo aguantar más con este vestido, ¿me lo quitas?” y creo que en aproximadamente medio segundo mi modelito se sumó al desparrame de bolsas del salón. Y nosotros al cuarto, puerta cerrada y se acabó el problema. Bueno hasta la mañana siguiente, pero para entonces ya teníamos más confianza, digo yo.

Y mi amiga “hay que ver que tú siempre tienes la casa impecable y para una vez que la dejas echa un desastre vas y ligas”. 
Y yo pues como que no he vuelto a dejar la casa echa un desastre por si acaso. Consecuencia: no ha habido más visitas inesperadas de maromos a mi casa. Ley de Murphy. 


jueves, 26 de diciembre de 2013

Explotando Twitter

Creo que aunque el whatsapp es la base de todo, el resto de redes sociales ayudan y mucho, es el caso de Twitter.
Y aquí parte de mi experiencia propia:

Que es verdad que la mayoría de la gente lo utiliza como herramienta de trabajo que sí, que yo en su día también pero que en esta nueva etapa de mi vida pues un día me levanté y le di un cambio a todo.
Es verdad que hay gente que lo usa para ligar o para follar directamente, así en plan descaro. Eso no me mola. A otra gente sí y a mí me parece estupendo pero no me va, soy más sutil, más de ir poco a poco aunque estemos hablando de redes sociales.
Y en ese poco a poco pues he conocido a algunos tíos que han merecido la pena.  Bueno a algunos los he conocido a otros casi los he conocido y con otros me he reencontrado después de años. Por eso creo que Twitter es muy práctico. 
Yo soy mucho de casualidades y de que las cosas pasan por algo. Y mira que le doy vueltas al coco pero la verdad verdadera es que aquella noche no tenía intención de nada. 

Como digo, retomé mi vida social cibernética y me mostré bastante activa en Twitter, ganando y perdiendo seguidores según lo que iba publicando, lo normal.
Y lo normal también es que empezara a seguir a más gente, vale que sí, a chicos guapos, tíos que me llaman la atención por la foto que ponen en Twitter,  la descripción de su persona, a qué se dedican y básicamente si tuitean cosas con algún interés. 
Así que empecé a seguir, entre otros muchos, a un maromo que, casualidad, venía de visita a mi ciudad. Y sí, más o menos pude deducir dónde estaría y sí, casualidad de verdad verdadera, que yo también tenía previsto ir a ese mismo sitio. 
No estaba segura de si él estaría pero total, el plan ya estaba hecho y allí que me planté con mi amiga pensando que estaba un poco loca, pero chica, si no se está un poco loca para qué vale esto. 

Que sí que puede parecer un poco de película pero de verdad que fue llegar y verlo, casualidad o lo que sea, pero que allí estaba el maromo.
Aquí empieza la historia de lo que llamo "el cazador cazado", pero lo dejo para otra entrada que no es plan de mezclar.

Así que sí, que en mi caso Twitter me ha servido para conocer tíos, pero no en plan loco, ojito que la menda está loca pero no tanto, digamos que no me voy con cualquiera, vamos que mejor que si el maromo es conocido ;)




domingo, 22 de diciembre de 2013

Manos arriba: te ha sonado el whatsapp

Y entonces quieres dejar todo lo que estás haciendo, pero no puedes porque estás en el trabajo, cocinando algo o con las manos llenas de pringue y los guantes de limpiar el baño. 
Porque no es que suene una vez, no, empieza a sonar una y otra vez y tú en plan “¿quién será? ¿lo miro? bueno no va a pasar nada porque mire el whatsapp dentro de 10 minutos”. Los cojones.

Intento seguir con lo mío pero nada que al final dejo todo lo que estoy haciendo para mirar el puñetero móvil, pero con cautela, es decir, que miro sólo la pantalla porque si es él pues como que necesito mi tiempo para meditar la respuesta y si abro el whatsapp pues ya me ve que estoy en línea o mi última hora de conexión.
Y eso no, porque yo soy una persona ocupada con una vida más allá del móvil, aunque la alterno con mi mundo cibernético

A veces creo que la curiosidad me puede más, porque vale que me encanta que él me escriba pero también me llevo sorpresas agradables (y desagradables para qué engañarnos) de maromos de los que nada más se supo y de pronto vuelven a la pantalla de mi móvil. Es como la hora feliz del whatsapp, empieza a sonar y a sonar en el momento menos oportuno y además de hablarme quien yo quiero, lo hacen tropecientos más, que tampoco es que sea yo la Reina del Saba, pero es verdad que la hora feliz del whatsapp pues como que se contagia y entonces sí que sí, tengo que mirar el móvil.


Mi consejo en este caso: tía asúmelo o dejas el móvil en silencio y donde no lo puedas ver, ni oír su vibración, ni la iluminación de la pantalla... nada de nada vamos, o asumes que cuando empiece a sonar y sonar terminarás mirándolo, sobre todo porque sabemos que aunque no lo esperes, siempre es bienvenido un whatsapp de esa persona. 

sábado, 21 de diciembre de 2013

Tanteando al personal

Porque a lo mejor no sabes si el maromo te va a dar bola así que yo lo tanteo en el whatsapp a ver por dónde respira, porque todo todito se puede interpretar en el whatsapp, porque lo que está claro es que si quiere hablar contigo habla y si no, pues o tarda en responder, o simplemente no responde o responde con monosílabos.
La verdad es que es curioso que intente yo aquí ayudar con mis interpretaciones de las redes sociales y después haga prácticamente lo contrario, claro, que así me va, por eso aquí explico justo lo contrario a lo que hago, o lo que he hecho. 

El caso es que de pronto decido que ya me he cansado de esperar y que quiero comprobar si este tío de verdad tiene algún tipo de interés por mí así que le digo algo, lo que sea, busco alguna excusa barata y le escribo. 
Pueden pasar varias cosas entonces: 

  • Él también aplica la regla de los 30 minutos. Te jodes y esperas.
  • Directamente pasa de ti y no responde nada. Te jodes y dejas de esperar porque es absurdo pero al menos has descubierto que pasa de ti. 
  • responde rápido (esto es poco común) y empezáis a hablar. ¡Bien! eres una campeona, de momento la cosa funciona, pero no te confíes. 
Mi consejo es que nunca nunca te confíes de una relación de whatsapp porque todo puede cambiar de un momento a otro. 

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Cómo meter la pata con el whatsapp

Imaginaos la escena, que no os va a costar nada porque fijo que os pasado.
Un jueves cualquiera se me ocurre invitar a una amiga a “merendar”, sí terminamos bebiendo copas en mi salón y arreglando el mundo.
Hasta ese momento los móviles en la mesa, cerca de las manos, donde pueda verlos, pero sin tocarlos. No se iluminan, no se miran, estamos arreglando el mundo.
Pero de pronto....

“Tía creo que voy a escribirle” y mi amiga “pero a ver qué le vas a decir”, y yo “pues no sé es que me apetece” y ella para no ser muy bestia me dice “tía si hace días que no te escribe, si es que en realidad no tienes nada que contarle”. 
Pero el alcohol puede más que la cordura en estos momentos y a mí todo me da igual y me vuelvo una kamikaze del whatsapp: “tía que sí, que yo le voy a decir algo, y así pues ya compruebo si me echa cuenta o no”.
Ella: “bueno nena, haz lo que veas, pero yo creo que no deberías escribirle”. 
Y yo en plan pesada: “vamos a releer lo último que me ha dicho y ya lo vemos” y ella: “lo ves tía, que has sido la última en hablarle y que no ha dicho nada, yo creo que igual pasa un poco del tema”. 

Sí, al final le escribí y no, no me respondió. Esto es lo que pasa cuando bebes, te gusta un tío que pasa de ti y le escribes. 

Mi consejo es que no hagáis como yo, lo sé, es difícil, pero chica, piensa que el hecho de que estés borracha un jueves cualquiera por la tarde es cojonudo para ti y tu amiga pero seguramente él no tenga el mismo nivel etílico que tú, o igual sí lo tiene, pero cada ciego es un mundo así que mejor no mezclarlos. 

Porque al final te acuestas borracha y pensando “¿por qué no me ha respondido? si tampoco le he dicho nada del otro mundo” y se pasa del amor al odio pero rápido; aunque sólo hasta la mañana siguiente cuando te despiertas, miras el whatsapp, ves su última hora de conexión y la chorrada que le dijiste. 
En este punto puedes hacer dos cosas:
  • pensar y llevar a la práctica esta frase: “al carajo no ha sido para tanto” y punto. 
  • comerte la cabeza toda la mañana y maquinar alguna forma de retomar el contacto sin decir gilipolleces etílicas. 


Yo elegí la segunda, soy así, me gusta complicarme la vida y tal. 

lunes, 16 de diciembre de 2013

La regla de los 30 minutos

Esta es una idea original de Albert Espinosa, concretamente de su libro “El mundo amarillo”, muy recomendable por cierto. 
Es una “regla” que utiliza cuando le dan unos resultados médicos, pero eso no lo voy a contar aquí, mejor os leéis el libro que está genial. 
Yo la he adaptado de la siguiente forma, que en realidad es una “regla” que se puede adaptar a la vida en general, pero en mi caso a la famosa ansiedad en el whatsapp.

Ejemplo práctico: 

Hace unos cinco días estuvimos hablando como una hora, yo feliz como una perdiz y la batería de mi móvil no tanto, pero bueno. 
Desde entonces no he sabido nada de él, yo venga a mirar la última hora de conexión, (si es que soy masoca) y nada, que el muchacho no da señales de vida.
Y cuando por fin encuentro un hueco en mi cabeza para no pensar en esta no relación de whatsapp que llevamos, pues eso, que suena el móvil. Si es que la Ley de Murphy y yo nos llevamos estupendamente. 

Sí es él, me ha escrito en plan “hola qué tal” y entonces aplico esta regla: no le respondo hasta que pasen al menos 30 minutos. 
Esto es muy práctico porque en media hora puedes hacer y pensar todas estas cosas:
  • analizar qué te ha dicho, porque puede ser un simple hola qué tal como es mi caso o algo más elaborado, aunque los tíos no son de escribir cosas muy elaboradas, para qué engañarnos.
  • pensar qué le vas a responder y esto pensarlo bien porque una vez escrito ya no hay vuelta atrás, ya no vale eso de “ostia le debería haber dicho esto y no lo otro”. 
  • dar una vuelta por tu casa, barrer el salón, escuchar tu canción preferida, beberte un copazo, poner una lavadora, pegarte un bailoteo delante del espejo... sí estamos desviando la atención y esa es la idea, porque así como que el whatsapp del maromo ya no es lo más importante, es un whatsapp al que vas a responder y punto. 
Esta regla a mí me funciona bastante bien, porque con ella no da la sensación de que cada vez que te suena el whatsapp miras el móvil como si el mundo acabara. Y además es estupendo pensarte dos veces lo que vas a decirle al muchacho, porque me ha pasado varias veces que la frase genial se me ha ocurrido cuando ya era demasiado tarde. 
Y no falla, cuando esperas 30 minutos a responderle, él te responde del tirón. Supongo que se quedará en plan “mira ésta que no me dice nada que le hablo y pasa de mí”. 

Ya entonces no aplico la regla porque doy por inaugurada una nueva conversación. 

sábado, 14 de diciembre de 2013

Te dejo que me choco

Eso es lo que le digo a la gente cuando empezamos a hablar y voy por la calle, es una verdad como templo porque más de una vez he estado a punto de estamparme contra algo mientras me iba riendo sola por la ciudad. 
Así que cuando les dejo porque me choco guardo el móvil y aproximadamente 30 segundos después vuelve a sonar el whatsapp ¿y quién es? siiii, es “él”. Después de tres días sin saber nada de su vida ha vuelto a la pantalla de mi móvil. Y entonces ya no me choco, bueno sí, pero otra vez me da igual ir riéndome sola por la calle y chocarme con la gente y las farolas porque hemos vuelto a hablar. 

Que a lo mejor el maromo no me cuenta nada del otro mundo, porque esa es otra, cómo retomar una conversación de whatsapp tras varios días o semanas. 
A mí me da lo mismo, porque cada vez que veo en la pantalla eso de “escribiendo” pues se me acelera el pulso. Me parece increíble y espero no ser la única a la que le pasa, que estoy segura de que no, porque otras veces soy yo la que ve esas caras iluminadas por el móvil y una sonrisa boba hasta que sí, se chocan, pero da igual porque nos está hablando ¿verdad?. 

viernes, 13 de diciembre de 2013

¿ Por qué no me escribe?

Es el nuevo ¿por qué no me llama?. Es esa gran pregunta filosófica que nos hacemos después de que haya pasado algo o no. 
Es la gran duda existencial del whatsapp porque antes con el teléfono era así de fácil:  ¿por qué no me llama? y ya está, podías buscar mil millones de explicaciones, enfadarte, mirar el teléfono, comprobar que estaba bien conectado, enchufar el móvil por si se quedaba sin batería y el mítico autollamarte para comprobar que la línea funcionaba, pero rapidito para que no estuviera comunicando.
Ahora te preguntas eso seguido de:  “si he visto que se ha conectado hace 10 minutos, si ha estado en línea (ver Mirando la pantalla), a ver si es que el whatsapp no va y entonces le escribes a una amiga alguna chorrada para comprobarlo (la autollamada de antes). 

Y lo peor ya no es eso, lo peor es cuando te suena el whatsapp y piensas: “no va a ser él y no va a pasar nada” en el fondo sí que quieres que sea, pero no es. Y sí que pasa, que te sigues rayando y dándole vueltas a la dichosa preguntita de marras. 

Yo no puedo responderla, qué mas quisiera, entonces no tendría este blog y sería consejera sentimental de verdad si es que eso existe. 

Pero bueno que nos pasa a todas y la experiencia me dice, que si no te escribe es porque no quiere. Así de claro y punto. Porque para un whatsapp siempre hay tiempo, no es como las llamadas de antes. 
Es lo bueno y lo malo de esta evolución.

jueves, 12 de diciembre de 2013

La última hora de conexión y otras armas de destrucción masiva...

Y porque no he hablado del famosísimo doble stick, pero eso sí que da para una tesis.
Que en un primer momento pues yo pensaba que era muy útil eso de saber la última hora de conexión de la persona pero si lo usas para ser práctico y, por ejemplo, no molestar a un amiga que ves que se ha conectado a las 4 de la mañana, con un whatsapp para ir a desayunar a las 9.
Pero en el caso del amor, o lo que sea, pues la cosa cambia y para eso estoy yo aquí para interpretar cómo funciona, que me puedo confundir, que sí, pero si mis experiencias sirven de algo pues eso que me llevo, bueno yo no, vosotras. 

Casi todo el mundo tiene puesta la famosa hora de conexión, casi todo el mundo porque hay un sector que no la pone y lo digo con conocimiento de causa. Los que se dedican a deportes profesionales y en, general, bueno más bien en particular, los que tienen un trabajo, pongamos comprometido, si se hace “pública” su última hora de conexión. 

Es que esa información en la pantalla de tu móvil puede llegar a controlarte más que tu madre cuando te ibas a estudiar fuera y te decía: “cuando llegues a tu casa me llamas desde el fijo”. 
Porque a ver, que sí, que puedes salir de fiesta y no usar el whatsapp “¿qué queeee?” pues como que NO porque eso es prácticamente imposible porque siempre hay alguien que te dice algo, alguna foto que os hacéis y os pasáis... y también está esa, llamémosla, costumbre (que al menos tengo yo a ver si me desintoxico ya) de mirar “su” última hora de conexión; así en plan psicópata lo sé, pero no puedo evitarlo.
Porque la última hora de conexión te desplaza hacia su mundo, ves que se ha conectado a las 12 de la noche y son las 2 de la madrugada y piensas que ya está dormidito en su casa, que puede ser que no, porque creo que aún hay gente capaz de trasnochar y no usar el whatsapp, poca, pero la hay. 

Y después te despiertas y lo primero que haces es mirar el móvil y como lo normal es que alguien te haya escrito algo pues ahí ya estás dejando también tu última conexión, sí, la tuya también es importante, pero ya de paso, pues yo miro la suya y veo si se ha despertado. Un bucle infinito de mirar horas de conexiones.
Ojo que, como digo, la ansiedad se nota en el whatsapp y si ves que su última hora de conexión es a las 8 de la mañana y son las 8 y cuarto pues hija, yo lo dejaría que al menos se quitara las legañas antes de darle los buenos días. 
Me he llegado a sentir bastante controlada por la última hora de conexión, porque una cosa es contar aquí en plan cómico que miras la del maromo en cuestión y tal, y otra utilizarla de verdad como arma de destrucción masiva. 

Ejemplo práctico:

Pelea absurda con el chico en cuestión, a través de whatsapp, por supuesto, cómo no. Entonces lanzo el móvil contra el sofá (con cuidado a pesar de la rabia interna y externa, que cambiar la pantalla es una pasta) y digo ya no miro más el whatsapp de los cojones. Le voy a castigar con mi silencio. JA. 
Sobre todo porque de nuevo otra persona ajena totalmente a tu mundo de ilusión, fantasía y reconciliaciones cibernéticas, te dice cualquier cosa y ahí ya estás mostrando a tooodo el mundo mundial tu última hora de conexión.

Así que cuando el pavo me dijo una tontería de las suyas para desmontarme pues aunque no le respondí él ya supo que me había conectado y que sí, lo había ignorado. Y ya la hemos liado. 
“Porque he visto que te has conectado y no me has dicho nada, hay que ver que me ignoras, no entiendo por qué no quieres hablar conmigo” sí en este caso la pesada no era yo, qué cosas, poco a poco voy aprendiendo. 
Y esto pues como que también agobia. Así que decidí quitar la última hora de conexión para sentir después como si saltara al vacío. 
Porque claro, la gente no ve tu última hora de conexión así que fin a controles absurdos, pero es que ¡¡¡tú tampoco ves la de los demás!!! yo pensaba que sí, que iba a poder seguir espiando y saber a qué hora se acostaba y se levantaba pero no, te sientes ciega en el mundo whatsapp. Porque además al no saber la última hora de la conexión tienes que fiarte del dichoso doble stick de las narices para imaginarte si ha recibido o no tu último mensaje. 

Así que duré como unas dos semanas con la hora de conexión quitada y tuve que escuchar eso de “qué pasa, ¿es que no quieres que te controlen?” pues no chico, no quiero que me controlen que para eso ya está mi madre, y también usa el whatsapp para ello, por cierto. 

En mi caso, es que pudo más la curiosidad de ver la hora de conexión de los demás, lo sé soy una cotilla en potencia. 


miércoles, 11 de diciembre de 2013

La ansiedad se nota en el whatsapp

Sí queridas, que esas ganas locas que tienes de hablar con el maromo en cuestión se notan, aunque no lo llames. 
Porque el whatsapp es el nuevo “nos llamamos a todas horas y hablamos sin parar”, que a lo mejor a ti es lo que más te apetece del mundo, pero échame cuenta, al final agobia. Que esa regla no escrita de alternar las llamadas, es decir, una tú otra él ect, sigue presente, simplemente ha evolucionado hacia el whatsapp.

Ejemplo práctico:
Yo desde mi ignorancia pensaba que era algo normal escribirle cada vez que me acordaba de él. Ilusa. Que no pasaba nada si le contaba tropecientas tonterías a lo largo de la mañana. Torpe. 
Y eso que no estaba muy enganchada por aquél entonces al whatsapp, que lo usaba en plan práctico total, para ahorrarme el dinero de las llamadas y los SMS, sí ya lo sé, así ha empezado todo. 
Pero es que el tío en cuestión se dedicaba a darme los buenos días, las buenas tardes y a relatarme su jornada prácticamente paso a paso. Con fotografías incluidas. 
Y claro, la menda se confió y empezó a seguirle el juego. Error. Que no es que él pueda hacerlo y tú no, el problema es que sin darte cuenta empiezas una relación de whatsapp. Sí señor, porque nosotros vernos no nos veíamos, ni hablábamos por teléfono siquiera, nosotros por whatsapp. 
Yo era feliz en mi ignorancia de amor cibernética, lo digo en serio, porque de repente un día me sorprendí haciéndome una auto-foto de mi reflejo antes de coger el metro. Que la gente te mira, las cosas como son, porque igual no está tan extendido eso de ilustrar cada paso que das, pero como que a mí me daba lo mismo. Porque en algún momento algo cambió y empecé a contarle todo lo que hacía, que sí, que él me lo preguntaba, que incluso era un poco pesado, pero ya digo, desde mi ignorancia de amor cibernética, le seguí el juego y caí en la trampa. Error otra vez. 
Porque si a ti te mola ese rollo de estar todo el santo día contándole al maromo lo que haces pues me parece estupendo, pero llega un momento, y créeme que llega, en el que uno de los dos, vale, en mi caso él, bajó la intensidad de los whatsapp.
Y es ahí donde empieza la famosa ansiedad. 

Ansiedad de “¿por qué no me escribe?, ¿qué estará haciendo? hoy no me ha dado los buenos días, me dijo que luego hablábamos y han pasado 3 horas y no sé nada”. 
Desengáñate porque esa intensidad inicial no dura y es mejor evitarla desde el principio.

La ansiedad se nota porque la menda, toda confiada le hablaba y le hablaba sin parar, una y otra vez, que el chico respondía, pero ya no era como antes. 
Y esto es lo que pasa: exceso de interés viene a ser igual en la ecuación del inicio de una relación, o lo que sea, a disminución del deseo por su parte. 

Así que mi consejo, desde la experiencia, pisa el freno. No hace falta responder a todo todito lo que te dice y, sobre todo, si ves que el chico empieza a ser parco en palabras, es porque no quiere hablar, no puede, no le apetece, está a otras cosas o lo que sea. Así que si en este punto empieza a sonar el whatsapp una y otra vez, o a vibrar el teléfono que para el caso es lo mismo; pues eso, que la ansiedad se nota y lo jode todo, palabrita. 


martes, 10 de diciembre de 2013

Mirando la pantalla

Así te quedas. Totalmente embobada, sin atreverte a escribirle y viendo que está "en línea". 
A mí me pasa mucho porque pienso: "si está en línea es porque está hablando con alguien y si está hablando con alguien y lo interrumpo voy a parecer una pesada". Porque a todas nos ha pasado que estás cotilleando con alguna amiga y llámalo X empieza a hablarte sin descanso. 
Tú en plan “sí, ok, jajajaja vale luego hablamos”; un coñazo vamos,  y eso no es lo que quiero que me pase con el tío en cuestión. 
Y por eso me quedo mirando la pantalla como una tonta, como si pudiera transmitirle mis ganas de “háblame”. 
Porque yo siempre me pongo en lo peor y me da por pensar que soy una pesada, porque con el whatsapp hay que tener cuidado porque de pronto te conviertes en una y eso no queremos que pase.
Y claro, después de pegarme como cinco minutos mirando la pantalla como quien ve una película, esperando a que salga un holograma o algo de su persona, pues el chico se desconecta y ahora veo la hora de su última conexión y pienso “¿y se le hablo ahora?” pues también voy a ser una pesada porque me imagino que acaba de dejar el móvil y otra vez le suena o vibra y eso es un coñazo.

Resultado final: no le hablo y gasto bastante batería mirando la pantalla de mi móvil cuando está en línea esperando a que ponga de pronto “escribiendo...” porque qué bien sienta cuando de pronto quieres que te hable y te habla, pero vamos, eso pasa poco, al menos a mí. 

Así que chica, mi consejo es que dejes de mirar la pantalla porque, de momento, no hemos desarrollado el súper poder de conectar con su mente a través del whatsapp, que todo se andará, pero mientras, mejor ahorrar batería que se gasta enseguida. 

lunes, 9 de diciembre de 2013

Interpretando la foto del whatsapp

Esto es otro mundo por descubrir. Porque yo creo que aporta información muy importante sobre el maromo en cuestión. 
Que puede ser de los que no pone su foto,  o una de su careto, o en el trabajo, con alguien, con su perro, en blanco y negro o a color. 
Veamos algunos ejemplos:

  • Si no pone su foto: este caso es poco común, al menos, entre los maromos con los que me muevo. Pero los hay. Yo creo que son tíos que no se preocupan mucho por la imagen que puedan dar de sí mismos, pero por otro lado no me daría mucha confianza porque la verdad es que a nadie le apetece ponerse a hablar y que te salga al lado un icono de Superman o una foto rara. 
  • Si pone sólo su cara: se sabe guapo y lo disfruta y más si sale de frente en plan sonrisa de anuncio. Pero vamos que es algo que se agradece porque siempre nos gusta alegrarnos la vista y vacilar de tío “recién ligado”, las cosas como son. 
  • Si sale de cuerpo entero: aquí hay dos posibilidades. Una: que la foto sea en plan graciosa en un sitio chulo, entonces estamos ante un tío al que le importa su imagen pero también mostrar a todo el mundo lo bien que se lo pasa. Dos: que salga posando o incluso en bañador, si estamos en verano; si es invierno el maromo se quiere demasiado. Si es así, de nuevo estamos ante un hombre que se sabe guapo y lo quiere mostrar. Y nosotras encantadas de que nos enseñe su cuerpo serrano.
  • Si sale trabajando: ojito. Es de los que antepone su curro. Aquí te deja claro que para él esto es muy importante y una de sus prioridades. También existe la posibilidad de que su trabajo sea molón y le guste presumir de ello, el chico puede ser modelo, reportero, deportista... o carpintero y se muestre con su mono de trabajo medio quitado en su taller lleno de serrín. De esos hay pocos, seamos realistas. 

Además del tipo de foto hay que tener en cuenta si está muy retocada, eso se hace para disimular algunos defectos. 
Hay que tener en cuenta también la frecuencia de cambio de foto. Algunos ponen una foto en la que salen muy guapos y no la cambian jamás. Puede ser que el chico no sea fotogénico o que en esa foto  salga especialmente favorecido. 

A ver, que lo normal es que si lo has conocido en persona pues la foto sea similar y salga más o menos igual. Pero atención chicas porque los hay y me consta, que salen más guapos en las fotos que en la realidad. Lo saben y por eso pueden pasar meses antes de cambiar la fotito del whatsapp.
Si la cambia mucho y en todas sale guapo, pues chica, estamos ante un “posturitas” como me gusta llamarlos, o a lo mejor es que te has liado con un modelo. 
No es muy común que anden cambiando la foto con frecuencia, calculo que lo normal es cada 3-4 meses para tíos aparentemente normales. Y bastante más para los no fotogénicos o los que, como decía antes, aprovechan que en esa foto salen especialmente favorecidos y, claro, hasta que se hacen otra así de buena, pues pasa bastante tiempo, salvo que tengas un amigo fotógrafo y/o retoques estupendamente el material. 

Vamos, casi una tesis puedo escribir sobre las fotos del whatsapp. 

¿La que ponemos nosotras? por supuesto una en la que estamos estupendas. Sin más. Somos las mejores y hay que mostrarlo a todo aquél afortunado que tenga nuestro teléfono. 

domingo, 8 de diciembre de 2013

Así interpreto las personalidades del dichoso estado del whatsapp

  • Si pone una de las predeterminadas: es un tío que no se complica mucho. Cuando instaló el whatsapp echó un vistazo y decidió poner una que valiera para todo. Así que si es así, no te comas la cabeza para poner una frase súper molona en tu estado porque no la va a mirar.
  • Si es de los que cambian el estado cada varios días: ojito aquí porque es de los que aún se cree que el whatsapp es como el antiguo messenger, sí, eso que usábamos hace ya mucho tiempo. Es de los que sueltan indirectas a través del estado, que no tienen por qué ser hacia ti, pero conviene fijarse porque además aporta información sobre su estado de ánimo. Algunos hasta parece que tienen sentimientos y lo intentan expresar. 
  • Si es de lo que ponen una frase en otro idioma: Miedo. La cosa se complica chica. Este es de los elaborados, el niño eslogan, vamos. En este caso creo que hay que elegir bien qué pones en tu estado porque lo leen y peor aún, lo interpretan y cuando un hombre interpreta, malo, te lo digo yo, porque nunca aciertan. Se creen que tienen esa sensibilidad especial que nosotras SÍ tenemos y lo que hacen es dar palos de ciego. Así que mi consejo es saber qué has puesto y estar atenta a un posible comentario que te haga sobre ese estado porque a veces pasa que ni te acuerdas de que pusiste una frase de una canción que te encanta y el pavo se lo ha tomado como una indirecta. 
A ver que esto tampoco es la Biblia del whatsapp y que, seguramente, habrá mil millones de estados diferentes pero los hombres tampoco son tan complicados y así, simplificando, pues estos son los más frecuentes, digo yo, que a lo mejor me confundo, que tampoco sería una novedad, pero el objetivo es reírnos un rato y a lo mejor ayudar. 

sábado, 7 de diciembre de 2013

Primeros pasos

Hay que saber para qué pueden usarse cada una de las redes sociales. 
Pero el whatsapp también juega un papel muy importante. En realidad las redes sociales son un complemento, fundamental eso sí, pero la base está en las conversaciones de whatsapp.
Vamos que desde ahora cuando diga “hablar” se entiende que es a través de whatsapp porque ya casi que nadie habla con el que acaba de conocer por teléfono, el whatsapp es más cómodo y se pueden disimular algunas cosas, si sabes usarlo claro.

Que levante la mano la que no haya hecho esto por favor. Vale yo hasta hace relativamente poco no lo había hecho y ahora me doy cuenta de que es el pan nuestro de cada día cuando conoces a alguien: 
  • lo primero: miras la foto que tiene en su perfil, la amplías, la guardas en el móvil, le buscas los detalles, los defectos, analizas la pose, el color... 
  • después lees la frase que tiene puesta en el “estado”. El estado del whatsapp es toda una declaración de intenciones. Los hay que eligen uno de los estados predeterminados en plan “disponible”, “ocupado” , “en el trabajo” y otros que cada vez que tienen un sentimiento o lo que sea que tengan, pues la cambian y ponen: “familia les quiero”, “la vida te da segundas oportunidades” o frases que ven por las redes sociales y les molan del tipo “si los que hablan mal de mí supieran lo que pienso de ellos, hablarían peor”. A ver que no es por criticar pero chico, que  es el estado del whatsapp tampoco es para ir cambiándolo cada día; que si quieres expresar algo pues lo dices y punto. 
  • Porque también están los que ponen frases en otros idiomas, letras de canciones o iconos, olitas y soles. Todo muy cuidado.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Descubriendo el whatsapp

Que para mí el whatsapp siempre había sido súper útil y que yo tenía perfil en Facebook, en Twitter y en Instagram, pero no los usaba bien. Bien para ligar, se entiende. Que yo usaba el whatsapp para avisar a mi ex de que llegaba tarde a comer y poco más. Facebook para subir alguna que otra foto que me hacía gracia y saber de mis compañeros de la carrera y Twitter prácticamente como herramienta de trabajo. Y de Instagram pues mejor ni hablamos porque igual subí 5 fotos en 3 meses.
Así que un día me levanté y decidí que me daba exactamente igual que la gente viera mis fotos, que me apetecía compartir lo que pensaba y que mi vida se iba a convertir en un escenario virtual para mostrar mi mejor lado. 

Porque esa regla sí que hay que tenerla clara: mostrar sólo lo que quieres que se vea y, por supuesto, chica, sal mona en la foto que para eso se puede repetir mil veces. 

Seguro que no soy la única que se encontró perdida en medio de tantas redes sociales, tanto "twitstar" y seguidores de Facebook y por eso pensé un día de mucho frío y ganas de mantita y sofá que puedo usar la experiencia práctica para ayudar a otras que no sepan cómo actuar ante el maromo al que acaban de conocer o del que quieren algo más o no. 

Empezando

Si hace 7 años me dicen que para ligar hay que saber cómo actuar en las redes sociales y dominar una aplicación de móvil en la que se chatea gratis me tiro al suelo de la risa pero literal.
Tener una relación duradera mientras evoluciona la manera de conocer e interactuar con la gente no me hizo nada bien.
Porque claro, a mi novio de toda la vida, bueno de casi toda la vida, pues como que lo conquisté (creo que ya eso no se usa para nada) en plan quedamos un día y otro y otro y de pronto nos liamos y ya está. Que no es que no haya sido yo de liarme con un tío nada más conocerlo pero en este caso me dio el punto de “darme a valer”, esa frase que tanto se usaba cuando yo era adolescente y que ahora ha evolucionado a “tía no le respondas al whatsapp, espérate”. O algo así.


Y claro, tras mi ruptura sentimental me di cuenta de que era una novata y muy torpe en cuanto a este tipo de nuevas relaciones se refiere. 

Así empieza esta idea, bueno así y porque se le ocurrió a mi amiga, todo hay que decirlo, que lleva ya varios meses diciéndome que podría impartir en máster sobre cómo ligar en las redes sociales y, vale, también por las últimas experiencias con el whatsapp, que te crees que sabes usarlo y no tienes ni idea. Palabrita.