miércoles, 11 de diciembre de 2013

La ansiedad se nota en el whatsapp

Sí queridas, que esas ganas locas que tienes de hablar con el maromo en cuestión se notan, aunque no lo llames. 
Porque el whatsapp es el nuevo “nos llamamos a todas horas y hablamos sin parar”, que a lo mejor a ti es lo que más te apetece del mundo, pero échame cuenta, al final agobia. Que esa regla no escrita de alternar las llamadas, es decir, una tú otra él ect, sigue presente, simplemente ha evolucionado hacia el whatsapp.

Ejemplo práctico:
Yo desde mi ignorancia pensaba que era algo normal escribirle cada vez que me acordaba de él. Ilusa. Que no pasaba nada si le contaba tropecientas tonterías a lo largo de la mañana. Torpe. 
Y eso que no estaba muy enganchada por aquél entonces al whatsapp, que lo usaba en plan práctico total, para ahorrarme el dinero de las llamadas y los SMS, sí ya lo sé, así ha empezado todo. 
Pero es que el tío en cuestión se dedicaba a darme los buenos días, las buenas tardes y a relatarme su jornada prácticamente paso a paso. Con fotografías incluidas. 
Y claro, la menda se confió y empezó a seguirle el juego. Error. Que no es que él pueda hacerlo y tú no, el problema es que sin darte cuenta empiezas una relación de whatsapp. Sí señor, porque nosotros vernos no nos veíamos, ni hablábamos por teléfono siquiera, nosotros por whatsapp. 
Yo era feliz en mi ignorancia de amor cibernética, lo digo en serio, porque de repente un día me sorprendí haciéndome una auto-foto de mi reflejo antes de coger el metro. Que la gente te mira, las cosas como son, porque igual no está tan extendido eso de ilustrar cada paso que das, pero como que a mí me daba lo mismo. Porque en algún momento algo cambió y empecé a contarle todo lo que hacía, que sí, que él me lo preguntaba, que incluso era un poco pesado, pero ya digo, desde mi ignorancia de amor cibernética, le seguí el juego y caí en la trampa. Error otra vez. 
Porque si a ti te mola ese rollo de estar todo el santo día contándole al maromo lo que haces pues me parece estupendo, pero llega un momento, y créeme que llega, en el que uno de los dos, vale, en mi caso él, bajó la intensidad de los whatsapp.
Y es ahí donde empieza la famosa ansiedad. 

Ansiedad de “¿por qué no me escribe?, ¿qué estará haciendo? hoy no me ha dado los buenos días, me dijo que luego hablábamos y han pasado 3 horas y no sé nada”. 
Desengáñate porque esa intensidad inicial no dura y es mejor evitarla desde el principio.

La ansiedad se nota porque la menda, toda confiada le hablaba y le hablaba sin parar, una y otra vez, que el chico respondía, pero ya no era como antes. 
Y esto es lo que pasa: exceso de interés viene a ser igual en la ecuación del inicio de una relación, o lo que sea, a disminución del deseo por su parte. 

Así que mi consejo, desde la experiencia, pisa el freno. No hace falta responder a todo todito lo que te dice y, sobre todo, si ves que el chico empieza a ser parco en palabras, es porque no quiere hablar, no puede, no le apetece, está a otras cosas o lo que sea. Así que si en este punto empieza a sonar el whatsapp una y otra vez, o a vibrar el teléfono que para el caso es lo mismo; pues eso, que la ansiedad se nota y lo jode todo, palabrita. 


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